Por Luna Gabriela Giraldo
No creo haber podido seleccionar un mejor lugar para hacer mi práctica de grado que el taller de Miler. En todos los sentidos esta práctica superó mis expectativas; pues, desde el principio confrontó mis creencias respecto al mundo del arte (el mercado, los críticos, las instituciones culturales; los artistas, etc) y me incomodo. Me incomodo profesionalmente en un sentido en el que solo un aprendizaje reflexivo puede incomodar y me cuestionó lo suficiente como para hacerme actuar en respuesta a esos cuestionamientos; es decir, me llevó a trabajar más en mi portafolio; a inscribirme en residencias y formular proyectos que pueden o no salir pero que me ponen en un mejor lugar que en el que estaba antes de hacer la práctica.
En el taller tuve varias tareas, en principio me fueron asignados trabajos que requerían un bajo nivel de responsabilidad (acordes a la confianza que se me tenía por ser novata en el taller), tareas como llevar inventarios, o servir de escriba para la creación del manual de armado de una gran obra. Sin embargo, con el paso del tiempo, conforme a la confianza en mi crecía, las tareas que se me asignaban requerían un mayor nivel de responsabilidad y compromiso; por ejemplo; trabajé directamente en la edición y editorial del manual previamente mencionado; fui apoyo durante todo el proceso de embalaje e inventariado de la obra “hacedores de lluvia”, apoyé documentando las obras disponibles en stock e incluso trabajé de la mano con Miler en la formulación de algunos proyectos que mandó a convocatorias y bienales.
Respecto a la obra que debíamos exportar, para evitar cualquier contratiempo y que la obra se pudiera armar sin percances en el país de destino, se requirieron varias semanas de trabajo con todos los miembros del taller (artistas y técnicos) para armar la obra en Bogotá e identificar sus desperfectos (sus tornillos oxidados, sus tablas en mal estado, sus varillas torcidas); pues, la obra debía salir del país en perfectas condiciones para que todo saliera de maravilla en su exposición en España. Por otro lado, debíamos tener absoluta claridad respecto a qué íbamos a sacar por aduana y debíamos pesar cada pieza, cada tuerca, cada tabla para evitar inconvenientes en la exportación.
Por otro lado, trabajar en la formulación del proyecto del Tic-Tac, obra que el maestro quería enviar a la bienal de Cuba (pues había sido invitado), también fue todo un aprendizaje, ya que, si bien mi tarea principal estaba en cuidar la redacción y procurar la claridad de las ideas del documento; conocer el proceso creativo de Miler fue un privilegio enorme. Me acerqué a su estructura de pensamiento como artista y conocí las consideración técnicas que se deben tener en cuenta (como contexto sociopolítico; ubicación dentro del recinto de la bienal; flujo del publico dentro de la galería; humedad del lugar y materiales óptimos, etc). Inclusive, una vez Miler rechazó la invitación después de que ya había formulado el proyecto, fue todo un aprendizaje para mí, porque entendí la importancia que tiene para un artista ser coherente con su imagen y valores como artista; pues Miler rechazó el proyecto en solidaridad con sus compañeros cubanos por la tiranía el gobierno con los artistas al margen del régimen.
Estos últimos días en el taller hubo mucho trabajo porque el maestro tenía que salir del país y necesitaba dejar un considerable número de obras listas para su galería en Bogotá (Espacio Continuo), es por eso por lo que tuve la fortuna de trabajar con él en la producción de obra, puntualmente con los anillos del tiempo. Esta fue mi última tarea grande en tiempo y responsabilidad; y considero que ha sido la mejor manera de llevar los últimos días de mi práctica; pues si bien los primeros meses me vi inmersa en la gestión del taller como lo mencioné previamente; acercarme nuevamente a la producción me permitió aprender, no solo de Miler, sino de todo el personal que trabajan con él.
En conclusión, este tiempo de práctica propició mi sanidad emocional y conceptual respecto al mundo del arte, pero también me sumergió entre muchas herramientas pragmáticas y conceptuales que, estoy segura, me han habilitado como profesional del arte para tener un primer acercamiento formal al que hacer del artista y del gestor cultural.