Un ejercicio del Taller de Cinefilia: ver y hacer cine

Hablamos con el director de la película El otro hijo, luego vimos su película en cine, luego escribimos textos sobre la película. Va uno de ellos y el resto se pueden leer en la página del curso.

Silencios Compartidos

Corriendo con mi mamá, compramos boletas para una película que ya había comenzado. Nos tomamos un tiempo para comprar las merecidas crispetas y el perro que se deben comer al entrar en una sala de cine. Cuando logramos acomodarnos entre las sillas abandonadas, pudimos por fin sumergirnos en este mundo, irónicamente bastante rolo.

De las primeras cosas que pensé fue que la soledad que sentía Fede era casi tan tangible como la que viví en el lugar. La sala vacía con pocas personas como yo que decidieron entrar a ver una película colombiana un jueves a las 7 de la noche.

Admito que mis expectativas no eran las más altas, pero esa incomodidad y dolor que sentí durante 89 minutos de mi vida me demostró lo contrario. Logré reír, llorar, ponerme de mal genio e incluso taparme los ojos del asco.

Uno de mis mayores hábitos al ver cine es comentar, y afortunadamente mi mamá es de los míos. Recuerdo que había pasado máximo media hora y nosotras ya estábamos preguntándonos qué putas estaba mal con Federico. Cuando él se besó con Laura parecíamos hacer un ritual, intentando reconfortarnos mutuamente: mirarnos, mi mamá decía “seguro están muy borrachos”, yo respondía “eso espero” y finalmente mirábamos hacia la pantalla en silencio.

En mis notas recuerdo haber escrito la palabra “asco” en negrita, pero no nos esperábamos que minutos más tarde él empezara a masturbarse con la pashmina de Laura, lo que me causó gran repulsión por el personaje y seguido a “asco” escribí en letras mayúsculas: ¿CUÁNTO HA PASADO DESDE LA MUERTE DE SIMÓN?

No podía parar de pensar en la relación entre Laura y Federico, pero otros sentimientos también se apoderaron de mí. Lloré 3 veces durante la película, lloré como si yo fuera Federico por fin soltando sus emociones, en vez de andar golpeando puertas porque su mamá decidió no mandarlo a París.

Ya saliendo del cine, le pedí a mi mamá opinión sobre la película. Lo único que pudo decir fue “profunda tristeza”. Bajamos en silencio por el centro comercial. Cuando llegamos al carro empezó a decirme como le dolía que el drama de la separación arruinará a la familia. Ya cansada, conecté mi celular al bluetooth del carro y puse la música más upbeat que encontré y nos pusimos a cantar a grito herido con mi mamá hasta llegar a la casa.

—Isabel Viveros